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miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿MUERTE DE LA MODERNIDAD?

Para poder determinar si realmente la existencia del postmodernismo como fenómeno cultural implica la muerte de la modernidad y la existencia de la postmodernidad, es preciso aclarar el concepto de modernidad, siendo el más adecuado uno que arranca con Hegel y se continuó con Marx, y más recientemente con pensadores como Karl Polanyi, Anthony Giddens y Alain Touraine, y en la que se entiende a la modernidad tomando como punto de partida su ambivalencia y su tensionalidad interna. La “modernidad” es entendida como la época histórica que se abre con el desarrollo del modo de producción capitalista y que tiene como su acta de nacimiento a la Ilustración y a la Revolución Industrial. La lógica de la explotación capitalista impone el carácter dual de la modernidad: por un lado impone la racionalización y por el otro provoca el desarrollo de la subjetividad.

En el plano ideológico y cultural, la postmodernidad se origina en el momento en que se manifiesta una crisis como una pérdida de credibilidad en las ideas o metarrelatos de la modernidad, o como un desencanto con esta, que para algunos es la muestra de que estamos frente a una nueva época. Sin embargo Giddens, entre otros, no cree lo mismo. Ya que si bien hay un espíritu distinto, se respira en el ambiente algo nuevo y estamos frente a muchas cosas nuevas, esto es parte de la radicalización de la modernidad, que se da, justamente, por el dinamismo que la caracteriza.

“En vez de estar entrando en un período de postmodernidad, nos estamos trasladando a uno en que las consecuencias de la modernidad se están radicalizando y universalizando como nunca. Afirmaré que más allá de la modernidad, podemos percibir los contornos de un orden nuevo y diferente que es ´postmoderno´; pero esto es muy distinto de lo que en este momento algunos han dado en llamar ´postmodernidad´”.

La Postmodernidad nunca ha podido definirse por lo que es sino por lo que no es, o mejor dicho por lo que ha dejado de ser. Por ello es que Giddens prefiere adoptar una denominación alternativa, no para diferenciarse desde el mero aspecto gramatical sino para establecer una distinción conceptual. Llama a la postmodernidad “Modernidad Radicalizada”, como posibles transformaciones que van “más allá” de las instituciones de la modernidad pero que no por ello modifican la naturaleza fuertemente competitiva y expansiva de la empresa capitalista, que estimula el desarrollo tecnológico, en que la esfera económica no solo se distancia de la esfera política sino que influye considerablemente sobre ella y también en una dimensión institucional: el control de los medios de la violencia, herramienta de los Estados Nacionales e incluso de las dictaduras. Otro punto importante es el carácter globalizador del capitalismo que ya se observa en el período del imperialismo de fines del siglo XIX hasta mediados del XX. Es evidente que, como argumenta Giddens, no vivimos el fin de la modernidad, sino la agudización de sus características y contradicciones. Es interesante apuntar que el máximo difusor del concepto de postmodernidad, el francés J. F. Lyotard, ha destacado siempre que entiende la postmodernidad no como una época histórica posterior y diferente a la modernidad, sino como un fenómeno cultural dentro de la modernidad.

Sin embargo las teorías de la postmodernidad rechazan a la modernidad (y en ocasiones proclaman su fin) debido al fracaso de su proyecto de liberación de la humanidad mediante el alcance de la autonomía racional. El concepto de sujeto, punto central de ese proyecto, es también vértice en el que concentran sus ataques. Las ideologías de la modernización cifraron en el despliegue de la capacidad cognoscitiva y productiva del sujeto la garantía del advenimiento de una sociedad mejor. Pero ocurrió todo lo contrario: el desarrollo de la ciencia y la técnica no trajeron la felicidad, sino la destrucción y la alienación del individuo. Las teorías postmodernas se consideraron legitimadas a proceder a la demolición de todas aquellas nociones mayestáticas (tales como las de Verdad, Sujeto, Fundamento) que han protegido siempre los flancos de los discursos y las prácticas totalitarias. Al rechazar estas ideologías, procedieron a impugnar lo que consideraban los fundamentos conceptuales de la represión, olvidando que estas figuras conceptuales, tratadas y entendidas de otro modo, constituían también los pilares teóricos de cualquier proyecto liberador. Sánchez Vázquez ha señalado que el carácter de las teorías de las postmodernidad se capta sobre todo a través de aquello que rechazan, y hace un recuento de sus negaciones fundamentales: ellasniegan el proyecto de emancipación, a los que califican de “metarrelatos carente de legitimación”; niegan el concepto mismo de fundamento, planteando la imposibilidad de fundamentar racionalmente cualquier proyecto de reconstrucción de lo social; por último, descalifican la acción, con lo que niegan al sujeto, pues el sujeto es acción (y viceversa) y proclaman la muerte del sujeto. Como afirma Zygmunt Bauman, ... la condición postmoderna puede ser descrita, de una parte, como una modernidad emancipada de la falsa conciencia, y de la otra, como una nueva clase de condición social marcada por la institucionalización de los rasgos que la modernidad - en sus diseños y prácticas directivas - ha tratado de eliminar y, al no poder lograrlo, ha pretendido ocultar. Ven en la desintegración de todas las formas hasta ahora existentes de cohesión (familia, patria, identidad étnica, etc.) la posibilidad de un despliegue de las peculiaridades individuales, que han sido reprimidas por aquellas formas tradicionales de identidad. Ven en la destrucción de los lazos sociales humanos hasta ahora existentes, la posibilidad de expansión de la libertad del individuo. Por lo tanto podemos concluir que las características que suelen atribuirse al postmodernismo no son más que las que constituyen a la Modernidad.


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